Querida Ansiedad,
Llevamos tanto tiempo juntas, recorriendo un mismo camino. Sin embargo, debo admitir que a veces me haces sentir mal y me estancas. En ocasiones, cuando me siento fuerte y capaz de hacer todo, vienes y me haces sentir pequeña y poca cosa. Mi mente empieza a pensar y pensar, hasta el punto en que todo se nubla y mi cuerpo comienza a sentir tanto que mi corazón pareciera que se fuera a salir de mi pecho de tanto latir, mi rostro refleja el sentimiento de intranquilidad, las lágrimas quieres asomarse por mis ojos, mis manos quieren temblar, siento un nudo en mi estómago y mis piernas quieren huir de donde sea que esté. Me haces sentir tan mal que no puedo respirar, comienzo a pensar que lo peor está por sucederme y que no merezco nada... me haces creer que es mejor desaparecer.
¡Ay, Ansiedad! Me haces sufrir por tantas cosas que te dan miedo. Por más pequeño o grande que sea el problema, lo magníficas a un nivel que parece intolerable tratar, ya que las soluciones no existen.
Debo admitir, que muchas veces te detesté, te culpé y desesperadamente te quise sacar de mí... Ahora me doy cuenta, que no quería comprenderte. Que ilusa ¿no? ¿Cómo te puedo sacar de mi vida, si no entiendo la razón por la que vives en mí? Creo que fue en ese momento, cuando nuestra relación cambió, ya que me atreví a mirarte a los ojos y logré entender todo lo que me querías decir.
Estás aquí porque cuidas de mí, y es cuando no te escucho que tu miedo crece e intentas hablarme más fuerte para poder llamar mi atención. No obstante, a veces ni en esos momentos volteo a verte. Discúlpame por eso, creo que estuve tan ocupada centrándome en el malestar superficial que no comprendía el fondo.
Definitivamente, sacarte de mi vida no es una opción porque sería como dejarte sin hogar, y entiendo que al final no buscas perjudicarme, si no protegerme. Por eso, he preferido escucharte y acogerte con otra mirada. Entiendo que cuando te despiertas es porque me quieres comunicar algo. Algunas veces es para hacerme acordar que tengo que ser responsable, otras para recordar que tengo que actuar para no perder oportunidades, a veces es para hacerme valiente y reconocer que tengo miedo y debo arriesgarme, pero la que más me gusta es cuando apareces para darme a entender cuánto quiero a ciertas personas que tengo en mi vida y hacer que no me olvide de estar ahí para ellas.
Me has traído tantos dolores de cabeza cuando no te he escuchado, pero ahora que sí lo hago (o bueno lo intento la mayor parte de veces, porque nadie es perfecto) me haces sentir agradecida por cada paso que damos juntas. Cada vez que decido oírte y dar un salto para adelante, la recompensa llena mi corazón y todo mi ser. Si de verdad me esfuerzo en calmarte y entenderte, somos un gran equipo.
Hoy te escribo esta carta porque quiero reconciliarme contigo, porque sé que eres un despertador que me alerta de cosas que importan y las estoy dejando pasar. Me haces reconocer que necesito una pausa para entrar en mi misma y entender qué me ocurre. Te escribo porque de todas las emociones y sentimientos que tenemos los seres humanos, tú eres la que más me ha acompañado y siempre te he menospreciado. Gracias por ayudarme a ser la persona que soy, pero sobre todo gracias por permitirme abrazarte y calmarte para ser una y estar en la misma sincronía. Sin ti no estaría completa, no sería yo.
Me despido diciéndote que he encontrado el valor que le das a mi vida y decido verte como algo que puede traer cosas buenas si estamos unidas. Nos queda un largo camino por recorrer, pero prefiero tenerte de la mano que lejos de mí.