Desde que era pequeña, me enseñaron siempre a ser una persona amable y generosa, virtudes que hasta el día de hoy considero positivas. Aprendí a buscar no solo mi bienestar, sino también a preocuparme por el de los demás, esto me llevó a hacer muchos amig@s y que estuviera rodeada de personas que me apreciaban.
Sin embargo, conforme fui creciendo me di cuenta de que esta forma de ser, bondadosa y entregada al otro, era reforzada por tod@s, siempre me decían lo buena y linda persona que era, porque claro, cómo no sentirse felices al lado de alguien que vive complaciéndolos. Comenzó con cosas pequeñas, si me pedían un lápiz se los daba, así significara que yo me quedara sin uno; invitaba todo lo que me pidieran, así en el fondo quisiera morderle la mano al que me estaba quitando lo que quería comerme; si querían que los acompañe a un sitio iba, a pesar de dejar de lado alguna actividad que ya tenía planeada y que tenía muchas ganas de hacer.
Vivía en un "sí" constante, pero no se crean que siempre hacer algo por verlos felices me hacía feliz a mí también, claro que me daba alegría poder ayudarlos y que disfrutaran de mi compañía, pero no sería totalmente honesta si no les dijera que en el fondo muchas veces quería ignorarlos y dejar de lado todo lo que me pedían. No obstante, mucho más pesaba la etiqueta que me habían puesto los demás: la chica buena. Y como a mí esto me hacía sentir querida y aceptada, para mí no había nada mejor que eso, y comencé a repetirme en mi cabeza que debía ser buena y dulce todo el tiempo; así tuviera que sacrificar mi comodidad para que los demás me siguieran viendo de la misma manera.
Con el pasar de los años, me fui creyendo el cuento de que en realidad era tan buena que no cabía ni un gramo de maldad en mi interior, y me esforzaba por aparentar eso. Esto era muy desgastante y exigía mucho esfuerzo de mi parte, y hasta en ocasiones dejar de lado mis metas, deseos y bienestar por priorizar los de otr@s. Muchas veces la felicidad que podía darle a los demás era a costa de la mía. Confundí amabilidad y solidaridad con complacencia. Dejé de escucharme a mí, por centrarme en escuchar las necesidades de l@s demás.
Y en este punto, me imagino que estarán pensando: “pero que tonta, por qué no podías decir que no podías, que no querías… simplemente que no.” Y la verdad, es que muchos años después me di cuenta de que era por temor, miedo a que las personas no me quisieran más. Creía que lo que me hacía especial era “ser buena”, que solo así iba a encajar, y callé a esa parte de mí que pues, a veces, no quería serlo.
Me pasaba, como en las telenovelas, que creía que las personas buenas solo eran buenas, y que todo el tiempo emanaban amor y bondad; y por el contrario, l@s villan@s, siempre eran mal@s, tenían un hoyo en lugar de corazón y todo lo que salía de ellos era odio y venganza. Pero conforme uno crece, se da cuenta de que el ser humano es más complejo que eso y que el mundo no está conformado por personas buenas o malas, sino que la mayoría de personas está simplemente en el medio, y que son ambas cosas, tanto luz como sombra; llenos de virtudes, pero también defectos, que claro, es importante que trabajemos, pero tampoco nos torturemos por aparentar algo que no somos.
En mi caso, yo tomé consciencia que no estaba siendo totalmente libre, que mis decisiones y el decir que SÍ a todo me alejaba cada vez más y más de mí. Por lo que decidí conocerme un poquito más, y entrar en contacto con esta chica interior que a veces no sonreía, que a veces quería enojarse con el mundo, y que quería decir que no. Lo cual, no la hacía una mala persona, mejor dicho, la hacía una persona real. Era la chica que quería liberarse de las etiquetas y las ataduras, no quería vivir pendiente del “qué pensarán los demás.” Y una vez que acepté este lado mío, que tanto miedo le tenía, lo dejé salir.
Hoy entiendo que decir que "no", no significa rechazar al otro ni ser egoísta, significa que me estoy dando mi lugar, que pienso y me pregunto primero qué es lo que quiero. Esto no me condena como una mala persona, sino que me hace alguien que ha aprendido a elegirse por encima de los demás. A veces, es necesario decirle que "no" a otros, para decirse "sí" a un@ mism@.
Y debo confesar, que abrazar este lado un poco más oscuro, tampoco decir malvado, porque sería exagerar, ha sido bastante liberador. He aprendido a quererme en mis buenas y malas, siendo consciente que puedo agradar a los demás como no. Finalmente, quien decida irse de mi lado por mostrar mi verdadera esencia, son los que realmente no me querían por quien yo soy, sino que simplemente se aprovechaban de esa chica que no sabía apreciar todo lo que ella era: luz y sombra.