Y comienza la cuenta regresiva… se acaba el año y muchos comenzamos a cuestionarnos si llegamos a la meta. ¿Habremos cumplido con los objetivos propuestos? ¿Se hicieron realidad nuestros decretos? ¿Estoy acabando el año de forma positiva? ¿Si no me lleno de buena energía, el próximo año no será bueno?
Aparecen las historias de éxito de las personas que me rodean: “Cerrando el año con broche de oro”. “Lo que me planteé lo cumplí”. “Mi vision board funcionó, lo logré todo.” “Este año ha sido el mejor, espero con ansias el siguiente…”
Presiones, presiones y más presiones. Mi cabeza no se deja de cuestionar si lo que hice en el año fue suficiente; si en comparación al resto, mis logros realmente son valiosos. En los distintos aspectos de mi vida creo que voy atrasada. ¿Ya debería mudarme de la casa de mis padres? ¿Ya debería tener la inicial para un departamento? ¿El puesto que tengo está por debajo que el de mis amigos? ¿Ya debería irme a estudiar un master? Todos se están casando y yo ni ando cerca. No logré la figura que quería, no fui tan constante en el gimnasio…
Me lleva a pensar que todos ya están encaminados con sus vidas, mientras yo sigo confundida en la línea de inicio. Todavía no tengo el panorama tan claro ni la estabilidad que desearía. Mi voz interior se pone más crítica que nunca y me habla con dureza, exigiendo que el próximo año sí o sí tiene que ser “mejor”. Pero a lo lejos escucho otra voz, algo tímida, una que me pregunta: ¿Qué es ser mejor? Al inicio la ignoro, pienso que lo que está intentando hacer es distraerme de mis objetivos. Pero habla nuevamente, y esta vez con más fuerza: ¿Qué es ser mejor para ti?
Es imposible ignorarla esta vez. Así que hago un alto a todos mis pensamientos y me pongo a reflexionar. ¿Significa ganarle al resto? ¿Es tener logros admirables que los demás reconozcan? ¿Será tener más dinero o comprar una casa?
Me cuestiono por un largo tiempo, y pienso: ¿Cómo eso me va a hacer mejor? Definitivamente, puede que me haga sentir bien, feliz y orgullosa de mi esfuerzo, pero “¿me hace ser mejor?”. Si acepto esta idea, implicaría que piense que mi versión de hoy es “peor” o “no es suficiente”. Ideas peligrosas, que lastiman y deterioran mi autoestima.
Es así que me doy voy dando cuenta que mi medidor del éxito está averiado y que solo reconoce como “éxito'' lo que la sociedad premia. Esos “logros” que llevan como recompensa el reconocimiento social, la admiración y el estatus.
Sin embargo, me pregunto, dónde quedan los avances que hice, las veces que retome la carrera luego de haber caído. Esos errores que cometí, que me terminaron guiando a un aprendizaje mayor. ¿Es que acaso no cuentan? ¿Es que acaso no me costó trabajo llegar hasta dónde estoy ahora? ¿Por qué me exijo lo mismo que el resto si cada camino es diferente?
Me doy cuenta que esos “pasos de bebé” que doy, son necesarios para avanzar. Si no los diera, me quedaría estancada. Pero no los valoró porque solo estoy pensando que voy a perder la carrera. ¿Qué carrera? ¿Contra quién? ¿Contra el tiempo? Si dejase de mirar el carril del resto, podría aprender a disfrutar más de mi camino y de mi tiempo. Llegar antes no significa ganar, la vida no es una carrera de velocidad. Es importante permitirme trazar la ruta que deseo, y no solo seguir la que la sociedad ha trazado para mí; ella no sabe sobre mi felicidad, solo sabe sobre exigencias. Perdámonos un poco y reencontrémonos después, así puedo llenarme de más experiencias y adquirir nuevas herramientas que nutran mi camino.
Tengamos presente cada logro, cambia los lentes con los que ves y aprecias la vida. Todo va a depender, siempre, de la mirada que tengas frente a lo que te rodea. Si decides observar las cosas desde la carencia o desde la abundancia. No esperes a que sean logros grandes para comenzar a valorar. Por ejemplo, este año terminé un libro; puedo pensar: “pucha este año solo leí uno, el año pasado leí 3, he empeorado” o, en vez de ello, puedo decir: “un libro más para mi lista.”
Aprendamos a celebrar los grandes y pequeños logros, tanto propios como ajenos. Háblate con cariño y compasión, tú eres la persona más importante en tu vida, y por sobre todo tente paciencia, recuerda que "Roma no se construyó en un día". Cada quien ha recorrido un camino con esfuerzo para llegar hasta donde está. Termina el año reconociendo y agradeciendo todo lo que tienes, más aún, aplaude esos pequeños pasos que diste, porque son los que el día de mañana te llevarán más lejos.