top of page

Miedo al fracaso

Actualizado: 15 sept 2023

Y si a las personas no les gusta lo que acabo de presentar, y si a alguien no le agrada cómo me he vestido, y si se burlan de lo que quiero decir, y si me equivoco, y si piensan que lo que acabo de hacer es ridículo. Y si… y si… Estas dos palabras inofensivas, cuando las unimos, tienen el poder de generarnos un mar de dudas, que nos llevan a cuestionar nuestras capacidades y nos terminan paralizando. ¡QUÉ MIEDO TAN INEXPLICABLE!


¿Cuántas veces has sentido miedo a fracasar en alguna tarea o proyecto que estás emprendiendo, temor a equivocarte en un futuro que ni sabes cuándo va a pasar? Yo he experimentado esta sensación muchísimas veces, y ese miedo ha terminado impidiendo que realice muchas cosas.


¿Desde cuándo empezamos a generar ese miedo? Me gustaría responderte con otras preguntas: ¿Alguna vez creaste en el colegio alguna estrategia para solo levantar la mano cuando sabías con certeza la respuesta? Y si no estabas segur@ o no sabías, buscabas alguna manera de esconderte o no mirar al profesor que estaba preguntando. ¿Durante tu niñez te felicitaban cuando hacías bien algo y te castigaban o criticaban si te equivocabas?

Ahí tienes la respuesta. Desde pequeñ@s estos comportamientos nos van moldeando, poco a poco, aprendemos a valorar solamente el resultado y no el proceso, el esfuerzo y el aprendizaje que implica desarrollarnos. Lo cual, finalmente, llega a generar un gran miedo al fracaso; haciendo que, en ocasiones, nuestro progreso se vea limitado; así como nuestro crecimiento personal y profesional.


Pero cómo ese miedo a fracasar nos obstaculiza realizar actividades que nos gustaría. La verdad es que “el miedo” nos impide ser nosotr@s mism@s. Cuando tenemos miedo, estamos en un estado de hipervigilancia, prestando atención en todo lo que decimos y hacemos. Observamos finalmente las reacciones de las demás personas en relación con nosotr@s. Eso hace que perdamos nuestra esencia, nos alejamos de quiénes somos realmente.


Constantemente al interactuar con los demás, estamos midiendo cada conducta, cada palabra que decimos, la ropa que estamos vistiendo, etc. Esto genera mucha presión en nosotr@s por evitar “el error o hacer el ridículo”, quitándonos la libertad de actuar con libertad y ser nosotros mismos. A veces podemos llegar a ser tan “rígid@s”, que la otra persona puede notarlo. Nos restringimos en nuestras palabras, gestos, acciones que puede llevar a limitarnos en diversas oportunidades.

Pensamos milimétricamente en todo. Nos cuestionamos frecuentemente si está “suficientemente bien” lo que estamos haciendo o si otra persona puede hacerlo mejor. En efecto, hace que tomemos menos decisiones, menos acciones, menos riesgos.


No cabe duda de que el fracaso nos paraliza, nos oprime, principalmente nos vulnera. Y el ser o estar vulnerables nos atemoriza. A nadie le gusta decir que se separó, que perdió el empleo, que no logró pasar ese examen tan importante, que su empresa no va bien. Solemos esconder nuestros errores, nuestros fracasos, nuestras pérdidas, porque es verdad que nos causan vergüenza. Pero detrás de todo ese miedo al fracaso, esa vergüenza, hay algo más que se esconde... ese recelo de perder nuestro valor. De perder nuestro valor como persona, como profesional, como madre, padre, herman@, amig@, etc. Tenemos miedo de equivocarnos, porque pensamos que las personas van a dejar de querernos, de apreciar nuestro trabajo, que buscarán evitarnos.


Hasta este punto de la lectura ¿has respondido de forma afirmativa a muchas de las preguntas?, ¿te identificaste con lo que estoy hablando o conoces personas así?... Llega un momento en el que nos frustramos por sentir ese miedo paralizador y deseamos hacer algo al respecto, pero no sabemos por dónde o cómo empezar. Y por eso empecé a escribir, ya que me gustaría darles algunas recomendaciones para enfrentar este temor al fracaso o en general hacerle frente al miedo.


Uno de los primeros pasos ya lo diste, RECONOCER que el miedo te impide hacer algo. Ahora es importante darnos una pausa, la cual implica buscar conectarte contigo mism@. Tus emociones, tus dolencias, tus pensamientos, tus objetivos, y las oportunidades que pueden estar en tu entorno. Si es necesario escribe, eso hará que tengas de forma más ordenada esos miles de mensajes que tienes en mente.


También es importante que te diga: EQUIVÓCATE. Ese error, esa presentación que no fue aplaudida, hará que te des cuenta de que a pesar de equivocarnos tu valor no disminuye, sigues siendo exactamente el mismo, tal vez incluso un poco más sabio, ya que los errores son fuente de aprendizaje. Nos damos cuenta que habíamos puesto el significado de “éxito” en los aplausos de terceras personas. Al tomar consciencia de esto, tu manera de pensar cambia y te das vas dando cuenta de tu real valor, que deja de depender de lo externo, y pasa a ser un trabajo interno. Sé compasiv@ contigo mism@, perdónate, compréndete, acéptate y así podrás intentar una vez más eso que deseas. Pues la única manera, 100% comprobada, de que no vas a conseguir algo es no haciéndolo y eso sí sería un fracaso.


Una vez leí un pequeño cuento que me explicaba de manera sencilla este momento y hoy quiero compartirlo contigo.


Las ranas y la nata


Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; solo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar. Una de ellas dijo en voz alta:

- “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”.

Dicho eso dejó de patalear y se hundió con rapidez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco. La otra rana, más persistente o quizá más tozuda, se dijo:

- “¡Uff… no hay manera! Nada se puede hacer por avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.

Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas. Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla. Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.


Considero que es fácil identificarse con estos personajes del cuento. Es probable que ante alguna situación de dificultad, ante alguna adversidad, nos hayamos visto abatid@s, exhaust@s, ya sin ganas de querer continuar. Puesto que a veces la vida nos conduce por cuestas empinadas que parecen sumamente duras de escalar. Ante ello, en ocasiones nos planteamos la alternativa de “tirar la toalla”, pero implicaría rendirnos, dejar de pelear y luchar; y cuando eso ocurre simplemente caes, sucumbes.

Asimismo, pasa muchas veces, que esta visión negativa de la vida, pesimista y derrotista, la asumimos, inclusive, antes de lanzarnos a probar siquiera. Pensamos: no lo lograré, no puedo, para qué hacerlo si me van a decir que no, otras personas no han podido por qué yo lo podría hacer, no soy lo suficientemente bueno… Podría continuar mencionando otras tantas excusas que muchas veces nos decimos para no arriesgarnos, para no optar por el camino difícil, de lucha. Y esto se debe al MIEDO.

Con ello, no quiero decir que esta emoción sea mala, ya que en ocasiones resulta útil y adaptativa, me resguarda del peligro y protege. Pero cuando el miedo me domina, deja de ser una emoción funcional para pasar a ser una disfuncional, que me bloquea o paraliza; y finalmente, me lleva a abandonar la batalla o, aún peor, ni siquiera iniciar la lucha.

“No es malo tener miedo, lo malo es dejar que domine nuestra vida”

Lo que nos mantiene de pie, lo que nos mantiene avanzando en el camino de la vida, no son las ganancias o el éxito, es la lucha, seguir peleando por alcanzar nuestras metas y sueños. Se dice que la pelea perdida, es solo aquella que no se peleó; pues no está muerto quien pelea. Tal vez en la lucha terminaste herido o lastimado, pero hay que aprender a seguir peleándola hasta el final, porque rendirse significa mirar la pelea desde afuera, como espectador, dejo de ser protagonista por esperar que alguien más gane la batalla por mí.

Y puede llegar a pasar, que aunque pongamos todo nuestro empeño, no alcancemos los resultados deseados, pero algo es cierto, estoy cada vez más cerca de algún día llegar a mi meta, y siempre puedo decir que aprendí algo más. Sin embargo, si no lo intento, nunca podré saber hasta dónde podía llegar. Hay mucho más por ganar que por perder. ¿Qué eliges? ¿Frente a los problemas, frente a los grandes retos, cuál de las dos ranas decides ser?


40 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo

¡Suscríbete y lee nuestro blog!

¡Gracias por suscribirte!

  • Negro del icono de Instagram
  • Facebook
  • LinkedIn

©2023 por EsCiencia.

Política de privacidad

bottom of page