Estando cerca el Día de la Madre, queremos compartir el testimonio de Ute, una mamá que tuvo que convivir con el Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA) de su hija. Le agradecemos por compartir con nosotros un poco de su historia, esperamos que sea de mucha ayuda para todas aquellas mamás y familias que están acompañando a sus hij@s con algún problema de salud mental, ya que como lo menciona Ute, una pieza fundamental durante este proceso fue siempre la unión y el amor de la familia, siendo consciente que el camino no fue nada fácil.
Esta historia es acerca de una época familiar que considero fue todo un reto de apoyo común hacia una persona a la que adoramos, mi hija.
Cuando estuvimos, hace unos años, pasando por el difícil momento de su desorden alimenticio solo puedo manifestar que siento, hoy en retrospectiva, que nuestra familia es fuerte, que ella, mi hija, es una persona sumamente poderosa, con una voluntad de hierro y que el amor en nuestro núcleo familiar sobrepasa nuestras fronteras y se extiende a todo el resto de nuestros seres queridos.
Escribo esto para poder apoyar en el proceso a otros padres, porque me parece interesante poder poner en manifiesto lo vivido en esos momentos y cuán complejo es acompañar a un ser querido durante el proceso de una enfermedad como ésta, porque si bien es cierto es una condición que se inicia en la mente, tiene consecuencias severas en la fisiología de la persona que la padece, así que, a mi parecer, merece el mismo cuidado que una enfermedad cualquiera, es exactamente igual que cuando un hijo cae con cualquier patología, debemos cuidarlo y acompañarlo en el proceso poniendo antes que nada todo el amor que les tenemos para lograr ayudarlos en su recuperación.
Sé que como padres, muchas veces suena duro que nos den indicaciones y nos digan cómo es la mejor forma de tratar a mi hij@, pero éstas son en realidad solo sugerencias, ya que vienen de una madre a otra, y no tienen ni por asomo la intención de juzgar ni de dar directrices de crianza en lo absoluto.
Un primer principio cuando nos enfrentamos al proceso de recuperación del desorden alimenticio de uno de nuestros hijos, sería el de ubicar que nosotros no somos las víctimas en esta historia, y me disculpo por decirlo de modo duro, el problema es que la naturaleza humana maneja muchos mecanismos de autodefensa, y a veces un modo de bloquear el dolor es sentir que el mundo está siendo injusto con nosotros y quizás de una manera inconsciente nos victimizamos, me parece importante que si nos enfrentamos a un proceso como éste comprendamos que debemos ser ante todo objetivos para poder actuar con inteligencia ante las dificultades que se presentan, y eso solo se logra teniendo la mente muy atenta.
El segundo aspecto fundamental, fue en mi caso el poner mi mente a disposición de los profesionales que nos acompañaron, tanto en el campo psicológico como en el de la nutrición, la información que me proporcionaron fue sumamente valiosa y me permitió dar el soporte adecuado a mi hija. Asimismo, debo decir que es el corazón el que te va a guiar por el camino correcto, tenemos que ser muy empáticos, pues nuestro hijo está sufriendo mucho en esos momentos, incluso en los casos en que sus grandes preocupaciones nos parezcan poco lógicas o sin sentido. Tenemos que comprender que en ese momento es SU propia lógica, y es ésta la que le genera desasosiego; por eso, en ese momento, solo les puedo decir que pensaba: "mi hija necesita de mí. Ell@s necesitan de nuestro amor de padres a pesar de que muchas veces sentiremos que no es suficiente para ayudarlos, demuéstrenles que están ahí, no se cansen, abrácenlos porque necesitan de ustedes, de nuestro calor físico y de nuestro cariño.
Un tercer pilar de la ayuda emocional y nutricional ante un trastorno de alimentación, es que tenemos que asumir, toda la familia, que el momento de sentarse a la mesa es una hora del día de alta ansiedad para nuestro hij@, para el resto de la familia también lo es, pero vuelvo a recordarles que en esos momentos el que realmente pasa un rato angustiante es tu hij@. Y necesita que tú no te contagies de esa ansiedad, o por lo menos que no lo note, ten calma, no pierdas la paciencia ante los reclamos de cantidades o calidad de la comida que le has servido, es normal que se sienta inseguro ante el momento más difícil de su día, lo está pasando muy mal y tienes que echar mano a tu paciencia y tomarlo tranquilamente mientras dure.
Luego, y este punto cuatro, para mí, es de suma importancia, debes escucharlo, no pretendas que te cuente sus miedos de modo fácil y cómodo, serán conversaciones muchas veces rodeadas de conflicto pero de donde tu podrás obtener información importante de cómo se siente ante él mismo, como ve las cosas desde su desorden, como se siente ante el resto de las personas, y gracias a esto podrás intuir, con ese poder que solo nos da el ser padres, cuáles son sus necesidades y angustias y cómo brindarle la ayuda que necesita.
Yo sentí que el periodo del desorden de alimentación de mi hija fue un tiempo donde ella, llena de vida, se apagó porque se llenó de miedo, la paralizó el temor a ser algo que la aterrorizaba... y el temor paraliza y angustia. Sentí que había cambiado mucho, quería de vuelta a mi niña alegre, pero tuve que comprender que no se vuelve atrás, el tiempo va hacia delante y no merece retrocederse, ella no fue la misma, fue mejor, porque una vez superado este proceso recuperó su seguridad, maduró, creció como persona y ser humano.
Mi hija ya es una mujer que demostró que pudo ser muy fuerte y dio cara a esa difícil etapa de su vida con entereza, y para mí, acompañarla en este proceso hoy por hoy me llena de orgullo porque nos unió de un modo tan infinito que, aunque suene cliché, puedo dar fe de lo que decía siempre mi abuela: “El tiempo difícil es sólo enseñanza”.
Te ama,
Tu Mami.